El universo entero está estructurado. Tiene un orden y además, sigue un camino evolutivo desde lo más simple a lo más complejo. Este despliegue desde la primera explosión o “Big Bang” genera una jerarquía determinada por el espacio y el tiempo. En nuestro planeta Tierra, como parte del Universo, lo apreciamos desde lo más pequeño (estructura atómica, jerarquía en sus partículas, código genético) hasta los grandes procesos (evolución de la vida, jerarquía en las especies). Hay procesos muy acelerados como las fracciones de segundos que duran los procesos en un átomo o molécula, hasta los milenios que tarda en emerger una montaña desde el fondo del océano.
Sabemos que la creación no es estática, que no hubo generación espontánea ni los seres fueron creados de una manera definitiva. Pese a la evidencia abrumadora, aún hay sectas evangélicas que les mienten a sus integrantes y les hacen caer en el error.
Esto es evidencia física para todo el que quiere estudiarlo y comprobarlo. A partir de allí, la metafísica plantea otros conceptos, los que, por su naturaleza, no pueden ser comprobados científicamente.
El ser humano es la máxima evolución en este planeta como organismo viviente. Ha llegado la vida a lo más complejo. Esto permitió la incorporación de un ser espiritual al cuerpo humano. Entramos en otro proceso de un camino inverso. El ser espiritual tendrá experiencias en el mundo denso y diversificado para retornar a la unidad y sutilidad. Los seres espirituales se relacionan también por una estructura jerárquica, dado que tienen un orden y un camino de desarrollo.
En la Creación existen inteligencias (no humanas, desde luego) que gobiernan los procesos en sus distintos niveles jerárquicos. El impulso creativo se manifiesta de diversas maneras y en distintas categorías. Esto es lo que los sabios relataban a su pueblo mediante alegorías, leyendas e historias. Es lo que hoy denominamos mitología. Cuando un dios se relacionaba con otro, generalmente ilustrado de una manera bastante humana, querían representar la relación entre las dos fuerzas que simbolizaban y las consecuencias de ello.
El historiador común no comprende el origen y finalidad metafísicos de la mitología. Cuando se habla de dioses se pretende mostrar de una manera fácil de comprender la relación entre las distintas fuerzas de la creación, personificadas en seres fantásticos que interactúan entre sí y siguen un orden jerárquico.
Las distintas formas religiosas no hacen más que mostrar esta única verdad, de diferente forma porque están dirigidas a distintos pueblos y épocas. Difieren en sus ritos y en sus doctrinas. Pero todas se basan en la intuición de la existencia de las jerarquías espirituales.
Amor y misericordia
Si el Creador —o el primer impulso creativo— lo contiene todo; si de él emana toda la creación, ¿para qué se mueve? En otras palabras, si Dios es perfecto, ¿qué necesidad podría tener de hacer criaturas?
Por ahora, no tendremos la respuesta. Sí sabemos la consecuencia de ello. La Creación es hecha por y con amor, solamente entendible por los seres espirituales, los hijos de Dios. Éstos, al sentir Su amor, se sienten atraídos para regresar donde el Creador.
Para sentir ese amor, los seres espirituales (revestidos aquí con un cuerpo humano) deben desarrollar sus virtudes y alejarse de los apegos y atracciones propias de la personalidad. Es fundamental para ellos desarrollar, por ejemplo, la misericordia. Esto les sensibilizará para ponerse en contacto con las jerarquías espirituales que conducen y guían en el camino de retorno.
Se define la misericordia como virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas. De miser, mísera, míserum (desgraciado, desventurado, desafortunado, infeliz) deriva miseria (desgracia, infortunio, dificultad, trabajo, penosidad, pobreza, miseria. No es tan fácil separar al desgraciado de la desgracia o al mísero de la miseria. Sin embargo, el ser espiritual detesta la miseria y amar a los miserables. De miser derivaron los romanos el verbo miséreor. Es un verbo en que sujeto se implica como parte, pues, es un verbo en el que el sujeto se mete en la piel del otro, se deja afectar por su miseria. Esto se refuerza en cuanto a virtud al ponerle el corazón (cor, cordis), pasando a la misericordia.
Es interesante observar que misericordia es la palabra latina más cercana al término griego eleemosýne, de la que obtuvimos limosna. Misericordia deriva de miséreor (tener compasión) como eleemosýne deriva de eleéo, que significa también tener compasión. Hacer una donación o una ofrenda tiene un impulso salvador para el ser espiritual si se hace con amor, con consciencia que se está colaborando para eliminar las miserias físicas, emocionales y mentales. Por ello, la importancia de las ofrendas a los dioses o a los guías espirituales, para que estos, en su misericordia superior, las distribuyan de mejor forma que lo harían los simples mortales.
Que el amor de y hacia tu maestro espiritual despierte tu misericordia.
Serval
Rector de la O.T.O.
Equinoccio de Otoño del 2.000
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